Brutal pelea entre adolescentes en General Güemes: un llamado urgente a la reflexión
Una preocupante y dramática situación tuvo lugar el fin de semana pasado en la ciudad de General Güemes. A la salida de un local bailable, un grupo de adolescentes protagonizó una violenta pelea cuyas imágenes, difundidas rápidamente por redes sociales, reflejan con crudeza un escenario que debería encender alarmas en toda la comunidad.
Las escenas —golpes, gritos y total ausencia de control— no solo exponen un hecho lamentable, sino que nos obligan a preguntarnos qué clase de sociedad estamos construyendo y cuáles son los valores que están guiando a nuestras nuevas generaciones. No se trata de un episodio aislado, sino de un síntoma que evidencia fallas profundas en el acompañamiento familiar, la contención social y la prevención comunitaria.
Este hecho debe marcar un punto de inflexión. Es momento de un replanteo general donde todos los actores —familias, autoridades locales, instituciones educativas y fuerzas de seguridad— asuman un rol activo para evitar que situaciones como esta continúen escalando hasta consecuencias más graves.
La violencia juvenil no surge de un día para el otro: es el resultado de múltiples factores que requieren una mirada seria, responsable y coordinada. La comunidad de Güemes necesita reencontrarse con el diálogo, la prevención y el compromiso. Lo ocurrido no debe normalizarse ni minimizarse: es una advertencia clara de que algo está fallando.
El desafío está planteado. Ahora es tiempo de actuar.
La difusión del video provocó una oleada de reacciones en redes sociales, donde muchos usuarios expresaron su consternación y compararon el incidente que ocurrió en Villa Gesell en donde FERNANDO BAÉZ SOSA pierde la vida.
Lo sucedido en General Güemes no puede quedar reducido a un simple video viral ni a un comentario pasajero entre vecinos. Es, en realidad, el espejo más crudo de una problemática que venimos ignorando: la pérdida de límites, el vacío de contención y la naturalización de la violencia entre nuestros jóvenes. Si una comunidad es medida por su capacidad de proteger a sus hijos, entonces este hecho nos demuestra que estamos fallando.
La violencia no empieza en la calle; empieza mucho antes: en la indiferencia, en la falta de diálogo, en la ausencia de acompañamiento, en la mirada esquiva de quienes prefieren no involucrarse. Por eso, lo ocurrido debe sacudirnos. No para buscar culpables aislados, sino para asumir responsabilidades colectivas.
Si no reaccionamos ahora, si no reforzamos la presencia familiar, si no exigimos políticas claras de prevención y seguridad, si no reeducamos en valores y respeto, estaremos condenando a nuestros adolescentes a un futuro donde la violencia será la norma y no la excepción.
Güemes necesita detenerse, pensar y actuar. Porque lo que está en juego no es solo la paz de un fin de semana: es el rumbo de toda una generación.
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